Tal vez hayas escuchado la historia de John Stephen Akhwari, el
corredor de maratones de Tanzania que quedó en último lugar en las
Olimpíadas de 1986 en México. Ningún corredor que ha terminado en
último lugar ha quedado tan atrás.
Se lesionó mientras viajaba y
entró al estadio cojeando con la pierna ensangrentada y vendada. Había
pasado más de una hora desde que el resto de los corredores terminó la
carrera. Sólo quedaban unos cuantos espectadores en las gradas cuando
Akhwari terminó de cruzar la meta.
Cuando le preguntaron por qué
siguió corriendo a pesar del dolor, Akhwari contestó: «Mi país no me
envió a México a iniciar la carrera. Me envió a terminarla.»
La
actitud de este atleta debe ser la nuestra a medida que envejecemos.
Tenemos «una carrera por delante» (Hebreos 12:1), y hemos de seguir
corriendo hasta que lleguemos a la meta final.
Nadie es
demasiado viejo para servir a Dios. Debemos seguir creciendo, madurando
y sirviendo hasta el final de nuestros días. Desperdiciar nuestros
últimos años es robar a la Iglesia los dones selectos que Dios nos ha
dado para compartir. Hay un servicio que prestar. Todavía hay mucho que
hacer.
Así que sigamos corriendo «con paciencia». Terminemos la carrera. . . con firmeza. --David Roper
Hebreos 12:1.
. . . corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.
¡¡¡¡¡¡¡Maranata Cristo viene!!!!!!amén.