Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Lucas 23: 34
Necesitamos el don del perdón tanto como necesitamos alimentos y agua todos los días. Necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para poder perdonar a cada uno de nuestros enemigos. Nunca ha sido fácil perdonar a quien nos ofende; pero es mucho más difícil si se trata de nuestro enemigo declarado. Eso solo puede hacerlo aquel que ha aprendido en la escuela de Cristo. Creo que es la tarea más difícil que tenemos que realizar en nuestra vida. Quizá ese fue uno de los propósitos que tuvo nuestro Señor al darnos el Padrenuestro. Para que nos examináramos cada vez que lo leyéramos o lo repitiéramos de memoria, como lo hacemos a menudo.
Si uno lee con cuidado el Padrenuestro, verá que Jesús hace hincapié en el versículo que habla del perdón. Es como si el Señor quisiera enseñar a sus discípulos la importancia de perdonar a «nuestros deudores». Hasta es posible que quisiera decirles que si olvidaban el resto del Padrenuestro, no debían olvidar perdonar a sus ofensores. Seguramente la lección es más profunda de lo que vemos a simple vista.
La tendencia natural de todo ser humano es “ajustar cuentas” con cualquiera que lo haya ofendido. Pero no hablo de aclarar las cosas y reconciliarse, sino de vengarse. La venganza es dulce para el corazón natural. Como dice el diccionario, es «satisfacción que se toma del daño o agravio recibido».
Vengarnos con nuestras propias manos es tan natural como todo lo demás que hacemos por naturaleza. Solo el corazón
transformado por Dios perdona en lugar de vengarse.
Jesús nos invita en el Padrenuestro a hacer algo que no es natural, sino sobrenatural. De ahí el título de la meditación de hoy: “Sé sobrenatural”. Cuando has perdonado completamente a tu enemigo, has cruzado las fronteras del mundo natural. Ahora actúas so-brenaturalmente. Perdonar a alguien verdadera y completamente es algo tan grande que se compara con un milagro, porque las personas que
pueden perdonar verdaderamente son aquellas que han recibido el milagro de la unción del Espíritu Santo. Cuando Jesús dijo: «Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial» (Mat. 6: 14) no estaba hablando de la manera de obtener la salvación. Se refería a vivir una vida bajo el dominio del Espíritu Santo para hacer cosas sobrenaturales y participar de la
plenitud del compañerismo con Dios.
Mientras no estés dispuesto a perdonar completamente, no podrás experimentar el gozo del Espíritu Santo obrando en tu vida. Recuerda que el perdón es algo sobrenatural.
Sé bueno y perdonador con los demás Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonadores unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Efesios 4: 32
Mientras vivas en este mundo siempre habrá personas que necesitarán de tu perdón. Ese hijo de conducta desordenada, ese conductor que interrumpió tu marcha en el tráfico, esa persona que te criticó con malas intenciones, ese familiar, ese compañero de trabajo o ese vecino que te irrita constantemente: todos son hijos de Dios a quienes debe
perdonar.
Algunas veces es fácil conceder el perdón. A veces el enojo por la ofensa recibida desaparece sin mucha dificultad. Sin embargo, por lo general, perdonar es difícil. Con frecuencia parece que las raíces de amargura son muy profundas y asfixian el espíritu del perdón. En esas condiciones la reconciliación se hace más difícil, y, a veces, humanamente imposible.
El acto de perdonar no es natural. El perdón viene antes de la
confesión. No lo producen las palabras contritas del ofensor. El
discurso que el hijo pródigo había preparado para obtener el perdón de su padre no pudo pronunciarlo en el emocionante encuentro entre ambos.
La Biblia dice: «Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y él hijo le dijo: Padre he pecado contra el cielo y contra ti» (Lúe. 15: 20-21). La misericordia, la disposición a perdonar, ya estaba en el corazón de su padre cuando el hijo ingrato llegó con su discurso.
El que perdona, lo que hace realmente es regalar amor. Toma sobre sí mismo las consecuencias de lo que hizo el ofensor. Por eso, perdonar siempre demanda un sacrificio. Y por eso solo perdona el que ha sido perdonado por Cristo.
En el texto bíblico para la meditación, la palabra “como” significa algo más que “porque”. Debemos perdonar «como» Cristo nos perdonó, es decir, con el mismo amor y humildad, no solo “porque” él nos perdonó. Debe haber una semejanza real entre el perdón de Dios y el perdón cristiano. Solo podrás perdonar definitivamente a quienes te hayan ofendido cuando tu corazón esté lleno del amor de Jesús.
Busca al Señor hoy. Pídele que llene tu corazón del amor puro y verdadero, del amor celestial. Vete a buscar a todos aquellos que te han hecho daño, y sorpréndelos con el regalo del perdón. Hazlo porque has sido perdonado por Jesús de la misma manera. Pero también porque has nacido de nuevo, porque eres un hijo de Dios y los hijos se parecen a sus padres.Dios te bendiga