Unos amigos nos regalaron una pieza de
alfarería Raku. La etiqueta explicaba: «Cada una de las piezas está
formada a mano, un proceso que permite que el espíritu del artista
hable por medio de la obra acabada de una manera particularmente
directa e íntima.»
Una vez que el barro ha sido formado por el
alfarero, se coloca al fuego en un horno. Luego, cuando está al rojo
vivo, la pieza es echada en una pila de aserrín que arde sin llama
adonde permanece hasta que está terminada. El resultado es un producto
singular: «único en su clase», insiste en decir la etiqueta de nuestra
pieza.
Lo mismo sucede con nosotros. Llevamos la marca de la
mano del Alfarero. Él también ha hablado por medio de su obra «de una
manera particularmente directa e íntima». Cada uno de nosotros está
formado de una manera singular para una obra singular: «Porque somos
hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las
cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas»
(Efesios 2:10).
Sin embargo, aunque somos creados para buenas
obras, todavía no estamos acabados. Debemos pasar por el horno de
aflicción. Los corazones que sufren, los espíritus abogiados y los
cuerpos que envejecen son los procesos que usa Dios para acabar la obra
que Él ha comenzado.
No temas el horno que te rodea. Persevera en el sufrimiento y espera el producto acabado.
Tomado de: Nuestro Pan Diario.
Santiago 1:4
Y que la paciencia ha de tener su perfecto resultado, para que seáis perfectos y completos, sin que os falte nada.
Romanos 12:12
Gozándoos en la esperanza, perseverando en el sufrimiento...
Filipenses 1:6
El que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionariá...
¡¡¡¡¡¡¡Maranata Cristo viene!!!!!!! amén.