“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).
Dos niñas pequeñas estaban conversando y una de ellas dijo a la otra que tenía dos monedas. La otra niña miró para su mano y solo vio una moneda. Dijo ella: “Tu solo tiene una moneda”. La primera niña contestó: “Tengo una moneda y mi padre me dijo que daría otra moneda hoy por la noche.
Entonces, tengo dos monedas”. Entendió qué la promesa de su padre valía cual si ya tuviese las monedas.
¿hasta que punto hemos realmente confiado en las promesas de nuestro Padre celestial? ¿Nosotros las tenemos como recibidas o continuamos dudando hasta que ellas se vuelvan realidad? ¿Nuestra fe está firmada en la certeza de aquello que no podemos aún ver o depende de su cumplimiento íntegramente
La grande bendición en la vida de los hijos de Dios y el motivo de su verdadera alegría consiste en caminar con determinación en dirección a sus objetivos con la certeza anticipada de la victoria. Conocemos nuestro Padre, creemos totalmente en él y, por eso, vivimos en plenitud de goce y dicha.
Si Dios me prometió amar, proteger, dirigir por los caminos victoriosos, comienzo la caminata ya sabiendo que todo eso acontecerá. La paz reinará en mi corazón y estaré estimulado en todas las situaciones.
Lo regalado que es poder descansar en las promesas del Señor. Las dudas son abandonadas y las aflicciones desenmascaradas. La inquietud deja de sofocarnos y respiramos el aire puro de la confianza en Dios. La vida se vuelve más bella y nosotros la vivimos con abundancia.
¿Cree en las promesas de su Padre? Entonces descanse y espera porque estas se cumpliran a su debido tiempo.
¡¡¡¡¡¡¡Maranata Cristo viene!!!!!!