En determinados grupos religiosos prevalece el concepto de que el bautismo es requisito imprescindible para la salvación. Sostienen que el pecador tiene que arrepentirse de sus pecados y creer, pero que para obtener la salvación debe ser bautizado. Entre otros pasajes suelen citar 1ª Pedro 3:21 : "El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva..." Si acaso el texto dijera: "el bautismo ahora nos salva", lógicamente sería un buen argumento a favor de esa posición. Pero ocurre que debe considerarse el texto completo y reconocer qué significa "el bautismo que corresponde a esto".
El contexto del versículo anterior se está refiriendo al juicio del diluvio en tiempos de Noé, y al arca "en la cual pocas personas, es decir ocho, fueron salvadas por agua".
Fácilmente comprendemos que no fue el agua sino el arca lo que salvó a Noé y a los suyos. Fueron salvos porque entraron en el arca. El diluvio cayó impetuoso sobre la tierra, y también sobre el arca, pero cuando el agua creció, el arca flotó, y -sostenida por agua- se mantuvo siempre en la superficie. Los que estaban en el arca se salvaron por agua. Los incrédulos perecieron en agua. En ese contexto, -que se refiere al juicio del diluvio- se lee el bautismo que corresponde a esto ahora nos salva. No se trata de nuestro bautismo en agua, sino a otro bautismo: el que salva; y si nos salva sólo puede referirse a un acto distintivo: la muerte del Señor en la cruz. En Marcos 10:38 el Señor les pregunta a Santiago y a Juan: ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y en Lucas 12:50 el Señor declara: "De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla! No hablaba allí de su bautismo en agua, pues ya había sido bautizado por Juan. Se refería en realidad a su muerte en la cruz a causa del juicio por nuestros pecados. Al anunciar su muerte el Señor declaró: Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. (S.Juan 12:31) El Salmo 43 v.7 expresa proféticamente "Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas, Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí." (en analogía con el arca) La muerte del Señor fue un bautismo, y ese es en realidad el único bautismo que nos salva. Como Noé y los suyos fueron salvos por subir al arca, así nosotros somos salvos por creer en el Señor Jesucristo.
Sin embargo, el texto que consideramos anteriormente aclara: "...no quitando las inmundicias de la carne..." Y resulta necesario no omitir este aspecto.
Pero consideremos antes algunos de los beneficios que Dios nos otorgó como creyentes, en virtud de la obra del Señor.
Nos llamó con llamamiento santo. (2ª Timoteo 1:9)
Nos lavó de nuestros pecados con su sangre (Apocalipsis 1:5)
Nos salvó (Tito 3:5 y 2ª Timoteo 1:9)
Nos dio vida juntamente con Cristo (Efesios 2:5)
Nos resucitó (Efesios 2:6)
Nos hizo renacer para una esperanza viva. (1ª Pedro 1:3)
Nos dio vida eterna (1ª Juan 5:11)
Nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús. (Efesios 2:6)
Nos bendijo con toda bendición espiritual (Efesios 1:3)
Nos redimió de la maldición de la ley (Gálatas 3:13)
Nos hizo libres de la ley (en la libertad de Cristo) (Gálatas 5:1).
Nos libró de la potestad de las tinieblas y
Nos trasladó al reino de su amado Hijo (Colosenses 1:13).
Nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia (1ªTes. 2:16
No dio su Espíritu (1ªJuan 3:24)
Nos dio espíritu de poder, de amor y de dominio propio. (2ª Timoteo 1:7)
Nos dio entendimiento para conocer al Señor Jesucristo (1ª Juan 5:20)
Nos libra del presente siglo malo (Gálatas 1:4)
Baste esta lista como ejemplo de muchos beneficios más. Es con certidumbre que el salmista puede exclamar "Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios" (Salmo 103:2).
Ahora bien, en Hebreos 9:26 Dios dice que "...Cristo se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado". ¡Qué obra maravillosa a nuestro favor! Podemos decir con la Escritura: ¡Gracias a Dios por su don inefable! (2ª Cor. 9: 15)
No obstante, aunque Cristo quitó el pecado, hay algo que no quitó. ¿Qué es? Es la naturaleza carnal. (no quitando las inmundicias de la carne) Pablo ejemplifica la situación cuando expresa en Romanos 7:18 : "Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien, porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo".
"Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios, pero veo otra ley en mis miembros que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros" (Romanos 7:22/23).
Y en razón de que su naturaleza carnal no le había sido quitada, Pablo pregunta: "Miserable de mí, ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?" La respuesta es: "Gracias doy a Dios por Jesucristo Señor nuestro". Entonces la enseñanza es: La muerte de Cristo obró a favor de nuestra salvación, con todo lo que implica, pero no quitó nuestra naturaleza carnal, de la que provienen "los deseos carnales que batallan contra el alma" (1ª Pedro 2:11) Sin embargo somos librados de ella por el Señor Jesucristo, aceptando su señorío y considerándonos muertos al pecado.
Prosiguiendo la consideración del texto que nos ocupa, leemos: "(...sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios), por la resurrección de Jesucristo"
En relación con la conciencia leemos en Hebreos 9 (refiriéndose el pasaje al orden y culto en el Tabernáculo): "las ofrendas y sacrificios no pueden hacer perfectos en cuanto a la conciencia al que practica ese culto" (vs 9).
Es decir que el que practicaba el culto de la ley, a pesar de sus ofrendas y sacrificios, no podía aspirar a una buena conciencia delante de Dios. Sin embargo, la solución a ese problema se expresa en una pregunta de la Escritura: ¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo? (vs.14).
El sacrificio del Señor en la cruz, su sangre derramada, su bautismo en juicio y muerte, y su resurrección victoriosa posibilitaron que lo otrora inconcebible, la aspiración de una buena conciencia delante de Dios, se hiciera una gloriosa realidad en cada creyente