Formar un árbol dentro de nuestro corazón y en él
colgar los
nombres de nuestros amigos.
Los amigos de lejos y de cerca, los antiguos
y los más recientes.
Los que vemos día a día y los que raramente
encontramos.
A los que siempre recordamos y a los que a veces se nos
olvidan,
los constantes y los inconstantes.
Los de las horas difíciles
y los de las horas alegres.
A los que herimos sin querer o sin querer nos
hirieron.
Aquellos a quienes conocemos profundamente
y aquellos que
conocemos por sus apariencias.
A los que nos deben y a aquellos a quienes
muchos debemos.
A nuestros amigos humildes y a los importantes.
A los
nombres de todos los que han pasado por nuestra vida.
Un árbol de raíces
muy profundas para que sus nombres nunca
sean arrancados de nuestro
corazón.
De ramas muy grandes para que nuestros amigos
se junten a los
ya existentes.
Que éste árbol dé sombra muy agradable, para que nuestra
amistad
sea un momento de tranquilidad y de reposo
en esta vida llena de
luchas.