“Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” Mateo 16:16 Todos me conocen, menos tú. Nací en un humilde pesebre de Belén en un día que se partió la historia del mundo, ya que la era en la que vives, inició su cuenta, desde el día de mi nacimiento.
Desde niño aprendí a manejar la madera. Me volví experto en el manejo de todos los complementos, que me permitían volver un rudo tronco de árbol en un mueble funcional.
Cuando cortaba un árbol robusto le separaba la corteza y sacaba de él el mayor provecho; mientras más diestro, mejor aprovechaba el material y la calidad de la pieza, que una vez acabada, hablaba de mi profesión artesanal. Pero muy pronto supe que esa no sería mi verdadera profesión, porque mi nombre, Jesús, quiere decir “El salvará a su pueblo de los pecados…” profesión de la cual quiero hablarte. Desde la niñez me interesé por el estudio de las Sagradas Escrituras, legado de mi pueblo.
Y aprendí que así como con un manejo hábil de mis manos la madera podía convertirse en algo hermoso, el alma de un hombre como tú, en mis manos, igualmente podía alcanzar niveles insospechados de felicidad.
Me explicaré: Vine a este mundo en forma de hombre, pero mi verdadera función es ser Dios. Sólo que si me presento como Dios, alguien como tú no me creería, por lo que tuve que venir en forma humana, no sólo para identificarme contigo, sino para que puedas asimilar lo que soy. Para que me entiendas, tú estás hecho a mi misma imagen y semejanza, pero no yo tengo tus imperfecciones.
Mi labor es semejante a la de carpintería, porque tengo que tomar un alma como la tuya, que creció como árbol silvestre, descortezarla, es decir, quitarle todas las imperfecciones con que el mundo te ha ensuciado, para después, irte moldeando y puedas comprender tu existencia y la puedas proyectar a algo menos efímero que esta vida terrena. Si me dejas trabajar con tu alma, podrás encontrar felicidad terrena y un día, vivir conmigo por la eternidad.
Claro que esto implica el que nos encontremos y me permitas trabajar contigo; no usaré cepillo, ni cerrote, ni garlopa, sino que usaré mi Santo Espíritu, para hacer de tu vida algo más que una existencia rutinaria y encuentres el verdadero sentido que tiene.
Tu alma tiene aristas que es preciso ir limando para que puedas ajustarte al diseño que de ti hice cuando formé tus entrañas en el vientre de tu madre. Porque aun cuando tú no me conoces, yo te conozco muy bien, más de lo que tú mismo te conoces.
Si te sientes trabajado y cargado por los afanes de la vida, ven a mi y yo te haré descansar. Podrás llevar mi yugo, que es fácil y mi carga, que es ligera. Aprenderás de mí; yo soy manso y humilde de corazón y hallarás descanso para tu alma. Cuando estás triste, yo te puedo alegrar; si en tu vida hay tinieblas, yo te puedo alumbrar; si te enfermas, yo te puedo sanar; si algo te falta, te lo puedo suplir; si tienes dudas, yo soy El Camino, La Verdad y La Vida ¿Qué necesitas? Aun cuando algunos me presentan colgado de una cruz y muerto, quiero que sepas que estoy vivo. Mi amor por ti no lo podrás entender; sólo lo podrás recibir.
Un día ofrecí mi vida por ti, pero sólo me quedé en el seno de la tierra tres días y tres noches, porque al tercer día, me levanté; estoy vivo, y desde entonces intercedo por ti y pronto vendré para llevarte conmigo.
Si me preguntas ¿qué tengo que hacer para que nos encontremos y creer que esto que leo es verdad? Bueno, tendrás que hacer dos cosas: Primera: leer el Libro que dicté desde el principio de los tiempos. En ese Libro nos encontraremos y te iré explicando paso a paso mi plan. Alguien te dirá que es un libro religioso; no hagas caso; cuando lo hayas leído me dirás si lo es.
Otros te harán desistir de leerlo, o te dará pereza abrirlo, pero si antes de hacerlo cierras tus ojos y me pides que yo te ayude a comprenderlo, puedo asegurarte que no será difícil y podrás hacerlo tuyo. Sólo que tengo un sistema de trabajo y un lenguaje diferente a los que tú usas; necesitarás también descubrirlos. Segunda: No vivir la vida como la heredaste, o como tú quieras vivirla, sino como Yo la diseñé, junto con todo el Universo, del cual tú formas parte.
Para ello, habrás de separarte de tus malas costumbres, de tus malos hábitos, de tus tradiciones y pecados. En una palabra, cambiar lo tuyo por lo mío. ¿Qué te parece? Y no digas: Ah, ¿y eso si funciona? porque no podrás decirlo antes que lo hayas probado. Y no esperes verme físicamente porque no dejé ningún retrato, ni ha habido nadie que pueda hacer una pintura o ilustración de mi persona. Cuando quieras encontrarte conmigo, abrirás el Evangelio, en la Biblia y me encontrarás. Y más fácil aún, cierra tus ojos, invoca mi Nombre, Jesús, y me hallarás, si me buscas de todo tu corazón y de toda tu alma.
Tu amigo que te espera: Jesús
¡Dios les bendiga!