SiN HUMiLDAD NO HAY CRECiMiENTO
La vida de Dios, que entró en la raza humana con Cristo, es la base sobre la que debemos permanecer, crecer y edificar. Como cristianos cuerdos, no dejamos que se nos humille en la hora final, sino que procuramos, de nuestra voluntad, humillarnos en esta vida.
El que se prefiere a sí mismo a otro y piensa de sí grandezas, se eleva neciamente, y sólo para caer de más alto. Así cayó Babilonia, el gran imperio, en tanto Nínive, al humillarse, se salvó. El Creador se manifestó a Moisés por medio del Ángel de Dios en una zarza, y no en un alto y majestuoso cedro. Dios mostró de su humildad, para nuestro aprendizaje.EXODO 2:3 .
Los creyentes habremos de tener muy en cuenta una hermosa y casi ignorada enseñanza de la Escritura, en tanto dice: Cuanto ella se ha glorificado y ha vivido en deleites, tanto dadle de tormento y llanto. APOCAPLISIS18:6 . La risa y la burla contra el creyente se expiarán, si Dios no concede el arrepentimiento.
En el orgullo, el bien de uno pasa, inexcusablemente, por ser el mal de otro. En la humildad, todo es bien para todos. El humilde puede parecer que se deja atropellar en ésta vida, en tanto que el soberbio está puesto para ser pisado toda una eternidad de oscuridad y muerte ante Dios.
¿Cómo se puede ser soberbio, siendo como todo ser viviente, alimento de gusanos, recipiente de zozobras, miedos y dolores continuos? Todo soberbio es malo, y todo malo es ignorante. La única medicina para esta horrorosa enfermedad, es conocerse a sí mismo y, necesariamente antes, a Dios.
Limpio se presentaba a sí mismo el fariseo en el templo. Sucio era el publicano, y así lo confesaba. La justicia con soberbia no justificó al primero. La humillación justificó al segundo, que reconocía sus pecados.
Y así recalca la Escritura: Aunque subiere su altivez hasta el cielo y su cabeza tocase las nubes, como su propio estiércol, perecerá para siempre.JOB 20 :6 . Lo contrario de Cristo, que quiso llenar con su humildad nuestro vaso, que estuvo siempre lleno de orgullo y prejuicios.
Fue David pecador; también fue gran arrepentido. A diferencia de Saúl, que negaba su culpa, David se gozaba en confesarla y humillarse. SALMO 51:3 . Fue la humildad vestidura de David, siendo un hombre “según el corazón de Dios”. Y, ¿qué hacía Daniel, hombre justo, sino confesar los pecados de su pueblo como suyos propios? Y mereció que el ángel le dijese que era muy amado.
Continuamente, la suprema humildad de Dios. Hecho hombre, nace en un establo. Durante treinta años es ignorado por las gentes, y después anda pobre, errante, perseguido y calumniado. Lava los pies de sus discípulos y da enseñanza y curación a multitudes con abrumadora generosidad... muriendo ignominiosamente, en la mayor injusticia del hombre contra Dios.
¿Y nos atrevemos a ser soberbios los que nos llamamos discípulos suyos? Decía Daniel: Tuya es, Señor, la justicia, y nuestra la confusión de rostro. DANIEL 9:7 . Era un hombre justo y temeroso de Dios, pero se conocía a si mismo y aun con todo su mérito, se reconocía nada ante la grandeza divina. ¿Qué podremos, a la luz de ello, decir nosotros?
Cristo es la vida de Dios en nosotros. La humildad en la vida de Jesús bajando del Cielo, de su trono junto al Padre, para convivir con los hombres, para comprenderlos, para solidarizarse y compartir todo con ellos en la naturaleza humana... es la grandeza de la humildad; la suprema humildad.
Cristo descendió a lo más bajo, haciéndose humano, y de esta manera pudo llevar a sus últimas consecuencias su compasión por la humanidad, porque padeció solidario la realidad de la suprema impotencia del ser humano.
Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos…
… Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. (HEBREOS 2:10 y ss.).
El discípulo conoce que está sujeto a debilidad, y que igualmente lo están los demás. Por eso, no hace esfuerzos por mostrar humildad ficticia, con gestos fingidos, sino con rectitud en la justicia y la verdad, y con la naturalidad del que vive con una naturaleza distinta inducida por el Espíritu. Y, desde luego, con comprensión, puesto que como se dice del sacerdote antiguo: para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad; HEBREOS 5:3 .